Cinco días antes del miércoles de ceniza Barranquilla desborda color, sabor, y en las esquinas suenan los millos y tambores, porque se va a formar la fiesta, que digo fiesta, se va a prender el carnaval.

Al llegar a la arenosa, siento el sol inclemente contagiado con la alegría de esta tierra y la brisa revolotea por todas sus calles provocando el clima perfecto para disfrutarlo de principio a fin y, hasta que el cuerpo aguante. Es inevitable no sentir el olor a frito (empanada, arepa e’ huevo, carimañola, etc.) pues al mismo tiempo que suena un picó o un grupo de millo, le hace el compás una arepa e’ huevo fritándose, definitivamente el carnaval de Barranquilla sabe a frito con suero y picante.

Después de que baja el sol, tipo 5 de la tarde me voy a coger un espacio en la rueda de cumbia en la Noche de Tambó en plena Plaza de la Paz con un mazo de vela. Pero antes de entrar escucho sonar un “taqui ti taqui” y es porque ya se avecinan las butifarras, bolitas formada de carne de res y cerdo con bastante limón acompañadas con bollo e’ yuca.
Llega el gran día, sábado de carnaval a la 1 de la tarde en plena vía 40 y con una arepa e’ huevo en la mano estoy listo para disfrutar de la Batalla de Flores llena de disfraces, comparsas, carrozas y los tambores sonando a todo timbal, es en ese preciso momento donde se siente una euforia indescriptible reflejada en la alegría de mi voz, bailando al son de las comparsas al pasar y con un “güapirreo” de aquellos que se escuchan en la otra esquina.

El desfile se va yendo con el sol y es hora de recargar energías con un buen sancocho de guandú, esta es una sopa de contraste de sabores interesante con un leve toque de dulzor. Sentado en la acera de una casa al lado del fogón de leña vuelvo a estar como nuevo, porque ya nos vamos para Barrio Abajo a bailar en la calle perdido entre la multitud hasta el amanecer.

No dejo escapar ni medio segundo, pues llega el domingo por la mañana y lo primero que hago es tomarme una buena totuma de sancocho de guadú del día anterior, me pongo mi camisa “floriá” y estoy listo para irme a la Gran Parada de tradición en el cumbiódromo paralelo al río Magdalena; desfile lleno de cumbiambas, garabatos, congos, mapalé y demás danzas pioneras de esta festividad.

Luego de algunas horas empieza el “corre corre”, porque esto para mí ya se acabó, pero antes me como la última arepa e’ huevo y carimañola con buen picante para devolverme tranquilo a tierra fría.

Escribe: Fabio Zapata
Bailarín de Matices Corporación Dancística

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